miércoles, 28 de enero de 2015

CULTURA RENTISTA se puede extrapolar a toda América latina


 ENTREVISTA / RENÉ RAMÍREZ / TITULAR DE LA SECRETARÍA NACIONAL DE
EDUCACIÓN SUPERIOR, CIENCIA, TECNOLOGÍA E INNOVACIÓN
“Ecuador no se modernizará si no elimina la cultura rentista”
Thomas Piketty ha dado la vuelta al mundo con su libro El capital en el siglo XXI. El diagnóstico que hace del capitalismo es polémico y sorprendente. Un alto dirigente del gobierno analiza en esta entrevista cómo esta obra se puede interpretar a la luz de los cambios producidos por la Revolución Ciudadana.
Orlando Pérez, Director
¿Cuáles son las principales conclusiones que se desprenden del libro de Piketty sobre “El capital en el siglo XXI”?
A mi modo de ver, tres. La primera, que las desigualdades de riqueza y de ingreso son consecuencia de decisiones políticas y no de leyes naturales sometidas a un falso determinismo económico. Tal conclusión lapida la mirada utópica de derecha que defiende la mano invisible del mercado suponiendo que esta llevará inexorablemente a la reducción de la desigualdad. En economía, se suele denominar a tal “ley” la curva de Kuznets. De hecho, Piketty demuestra que esta ley no se cumple revisando la trayectoria de la desigualdad económica a lo largo del siglo XX en algunos países del centro capitalista (como Francia, Inglaterra y EEUU), y mostrando que solo durante el período 1930-1975 hubo reducción de la desigualdad debido a la intervención de los Estados que impulsaron el crecimiento.  
La segunda lección tiene que ver con la evidencia histórica que se desprende de su investigación: si analizamos el largo plazo, el mundo atraviesa mayores niveles de desigualdad en los ingresos en el presente que hace un siglo. Asimismo, se evidencia una altísima concentración de la riqueza acumulada principalmente en el 10% más rico de la población (e híper-concentrada en el 1% más rico), y con una tendencia al alza. Dicha concentración, concluye Piketty, atenta contra la democracia y fortalece el establecimiento de sociedades rentistas en donde el peso de la herencia adquiere mayor importancia en detrimento del trabajo y el mérito. Pero a pesar de dicha concentración, la investigación también concluye que la mayor innovación del siglo XX es el incremento de una clase media patrimonial.
La tercera lección es que tales desigualdades solo pueden revertirse endógenamente con una “mano bien visible”: ya sea a través de impuestos progresivos al capital privado, pero sobre todo, y a mi modo de ver es la conclusión más importante, por medio de la inversión en educación pública inclusiva de calidad y la difusión de conocimiento.
¿Por qué Piketty habla de “desigualdad” y no de “pobreza”?
Hay una diferencia importante entre ambos términos; voy a explicarla con un ejemplo. En el año 2007 publiqué un artículo, junto a la Dra. Minteguiaga, en el que demostraba por qué la equidad no produce igualdad; es decir, por qué las políticas focalizadas hacia los pobres jamás iban a producir convergencia social.  La mayor victoria ideológica de la derecha frente a las políticas de izquierda ha sido instalar en el imaginario social que para superar la pobreza hay que hacer políticas pro-pobres. Mientras creamos que las políticas pro-pobres son las que permitirán la superación de la pobreza, jamás saldremos de la pobreza. Hay que atacar las causas estructurales de la pobreza, y en este caso es la desigualdad producida por sistemas excluyentes de educación, de salud, y por la alta concentración de la propiedad que existe en nuestros países, así como por prejuicios de raza, género, edad, etc. La distribución de ingresos producen una igualdad frágil, razón por lo cual es necesario distribuir capacidades y conocimiento.
Hace dos años publiqué un artículo titulado “Good bye pobretología, bienvenida ricatología”  en donde en vez de calcular la incidencia de la pobreza, calculé la incidencia de riqueza; que no es otra cosa que analizar con qué porcentaje de la riqueza de la población más rica se podría redistribuir para sacar a todos los pobres de la pobreza. Los resultados fueron reveladores: en el 2006, aproximadamente con el 1,6% de la riqueza de los ecuatorianos más ricos se podría superar la pobreza de todo el país. El libro de Piketty claramente estudia los factores estructurales de la desigualdad. Esto no significa que no le interesa la pobreza, sino que sabe que la base estructural de la misma es la opulencia. De hecho, podríamos decir que es un libro que estudia la concentración del ingreso y de la riqueza del 1% más rico de los países ricos. Si bien los pobres han sido estudiados a escala “nano”, es tiempo de poner la mirada en el otro extremo de la distribución, si queremos entender cuál es el círculo vicioso estructurante de la reproducción de la pobreza.
¿Por qué se da el crecimiento de la desigualdad según Piketty?
El principal argumento de Piketty se basa en lo que denomina la “fuerza de divergencia fundamental”, que está vinculada al hecho de un mundo caracterizado por una mayor velocidad de crecimiento de la tasa de rendimiento del capital (r = incremento de ganancias, dividendos, beneficios, rentas y otras utilidades del capital) que la tasa de crecimiento económico (g = incremento del ingreso económico y población): r>g. El incremento de la desigualdad y la concentración de la riqueza se deben justamente al estancamiento global en un bajo crecimiento y una alta tasa de rendimiento del capital.
En sociedades de bajo crecimiento, la riqueza originada en el pasado adquiere una relevancia desmesurada, y con ello se eleva la tasa de rendimiento del capital que conduce a sociedades híper-patrimonialistas que se asientan en la herencia.
¿A qué se debe este aumento desproporcionado de la tasa de rendimiento del capital?
Entre otras razones, al proceso de globalización en el cual se ha incrementado el poder de negociación del capital en detrimento del trabajo, con el declive en tal negociación de las organizaciones laborales (sindicatos, etc.). Este poder de negociación del capital ha permitido que aumente la participación del capital en el ingreso nacional. A la par, ha emergido un nuevo estrato social de híper-ejecutivos que determinan sus propios salarios, sin ninguna autolimitación ética.
Por otra parte, a través de la evidencia histórica Piketty también rebate la profecía marxista de que en el largo plazo la tasa de rendimiento del capital disminuiría sistemáticamente, lo que conduciría inexorablemente a la muerte del capitalismo. En estricto rigor, Marx sostiene que a medida que el capital se acumula en forma de medios de producción, la masa de plusvalor extraída del trabajo se reduce, y la tasa de rendimiento del capital también se reduce. Esto tendría como consecuencia la incapacidad del sistema económico de reabsorber las mercancías producidas por la caída de los salarios y, a la larga, la crisis de la reproducción del capitalismo. En este sentido, se puede señalar que el sistema capitalista es intrínsecamente desequilibrado y de forma natural conduce a su propia destrucción.
Pero Piketty nos muestra que, a lo largo de la historia (200 años), esto no se cumple. El crecimiento tiene un aumento autónomo debido al crecimiento poblacional y a que la productividad puede aumentar ad infinitum si consideramos, entre otras circunstancias, que el conocimiento no tiene límites; es decir, que la capacidad inventiva del ser humano es ilimitada y puede impulsar el crecimiento.
En este sentido se da una contradicción fundamental en las sociedades modernas: como consecuencia de la voluntad política de impulsar el incremento sistemático de la tasa de rendimiento del capital por sobre el crecimiento económico, se generan extremas desigualdades que atentan contra los valores propios de la democracia.
En este marco, dos conclusiones históricas dignas de mencionar son: los momentos de reducción de la desigualdad no han sido consecuencia de procesos intrínsecos al desenvolvimiento del mercado (la mano invisible) sino a políticas concretas y shocks externos como las guerras. Por otra parte, Piketty demuestra que, en términos económicos, ni la revolución francesa ni la revolución industrial produjeron cambios radicales en la estructura de la desigualdad y la propiedad; es decir, no fueron tan “revolucionarias” como se piensa.
Piketty habla de modernizar el Estado social, no desmantelarlo, ¿qué implica esta propuesta?
Sobre esta temática Piketty nos deja algunos mensajes importantes. Es necesario construir un Estado social moderno. En primer lugar, la construcción de un Estado social viene de la mano de la edificación de un Estado fiscal que garantice los recursos suficientes para financiar servicios públicos e ingresos de reposición más o menos iguales para todos, sobre todo en el ámbito de la educación, salud y las jubilaciones. Es decir, el Estado social es el que garantiza una redistribución moderna basada en una lógica de derechos y en un principio de igualdad que permita el acceso de bienes considerados como fundamentales.
Este Estado fiscal no va en contra de la eficiencia económica...
Por el contrario, Piketty muestra que en Europa los países más ricos y productivos son los que tienen los impuestos más elevados (50% y 60% del ingreso nacional en Suecia y Dinamarca), y los países más pobres y menos desarrollados son los que tienen los impuestos más bajos (apenas más del 30% del ingreso nacional en Bulgaria y Rumanía). Por otra parte, la modernidad del Estado está ligada a generar instituciones que permitan la deliberación democrática sobre asuntos de interés público.
Este Estado social moderno debe tener la capacidad de responder a los cambios sociales que surgen en las sociedades tales como las reformas necesarias en el sistema de seguridad social frente al incremento en la esperanza de vida o al crecimiento del desempleo juvenil que se da a escala global.
¿Y en el campo de la educación superior que es su área?
Piketty sostiene que un desafío central para el Estado social en el siglo XXI es lograr una verdadera igualdad de oportunidades. El diseño institucional de acceso a la educación superior marca la diferencia entre construir “sociedades meritocráticas” u “oligárquicas hereditarias”. Empero, hay que tener cuidado con aquellas instituciones que inventan el mérito como justificación de su accionar excluyente. Me llamó la atención la denuncia explícita que hace Piketty sobre la falta de transparencia en los procedimientos de selección de Harvard. Piketty señala que el ingreso promedio de los padres de los estudiantes de Harvard es hoy del orden de USD 450.000, es decir aproximadamente el ingreso promedio del 2% de los hogares de estadounidenses más ricos, lo que parece poco compatible con una selección basada solo en el mérito.
En el otro extremo, Piketty pone el ejemplo de Europa, en donde las colegiaturas son bajas o nulas. No es una sorpresa que a principios del 2013, Baviera y la Baja Sajonia decidieran suprimir el cobro de la matrícula universitaria que era de 500 euros por semestre y aplicar, como en toda Alemania, la gratuidad absoluta. Vale señalar que de acuerdo al Ranking de Shangai de las 500 mejores universidades, 300 son europeas y 200 de Estados Unidos. Claramente, el Estado de bienestar y la garantía de derechos están mucho más consolidados en Europa que en Estados Unidos, en donde el acceso a servicios sociales se hace mayoritariamente vía mercado. La pregunta que debemos hacernos es qué tipo de sociedad queremos edificar. En este marco, hablar de transformación educativa es hablar de transformación social.

Tomando en cuenta la comparabilidad histórica y geográfica, podría señalar que las transformaciones en el campo de la educación superior que hemos realizado en Ecuador apuntan a la construcción de sociedades más igualitarias, que fomenten la productividad económica. El elevado financiamiento público, que en este momento llega al 2,12% del PIB (superior al promedio del 1% del PIB europeo y del 0,8% latinoamericano), la recuperación de la gratuidad de la educación superior, la ayuda económica para aquellos ecuatorianos de escasos recursos, el acceso meritocrático a través de un examen transparente en función de la capacidad ofertada por las universidades, los procesos sistemáticos de evaluación y acreditación de universidades, y el respeto absoluto de la autonomía responsable de las instituciones de educación superior son la fórmula que produce no solo sociedades más cohesionadas sino economías con altos niveles de productividad; en esto coincidimos con Piketty.
Así como Piketty demuestra en su libro que el trade off que la economía ortodoxa suponía entre crecimiento y desigualdad es falso, nosotros hemos demostrado al mundo que se pueden producir cambios radicales en los sistemas de educación superior, que combinen calidad con igualdad, calidad con democratización. No es fortuito que desde 2006 la matrícula universitaria del 20% más pobre se haya multiplicado por ocho y la de los indígenas por tres.
A la democratización señalada debemos añadir el incremento de la matrícula: de acuerdo a los censos de población y vivienda, de 1982 a 1990 decreció 0,5 puntos porcentuales la tasa neta en la educación superior; y de 1990 al 2000 incrementó 6,4 puntos; en la última década (del 2000 al 2010) dicha matricula aumentó 12,4 puntos porcentuales.
Estructuralmente podemos decir que la sociedad ecuatoriana se está volviendo más igualitaria (y por ende, más cohesionada), más democrática y más productiva. Claro está que existen otras fuerzas que apuntan todavía a la divergencia social y económica, y que principalmente tienen que ver con todo lo que implica las fuerzas económicas que empujan una estrategia de desarrollo primario-exportadora y, sobre todo, secundario-importadora.
Al poner en el centro del debate de la transformación social a la educación pública de calidad y a la democratización del conocimiento, nosotros estamos proponiendo pasar de la sociedad de la plutocracia hacia una democracia real; estamos proponiendo pasar de una sociedad dependiente a una sociedad autónoma; estamos proponiendo pasar de una oligarquía hereditaria y rentista a una sociedad meritocrática; y que antepone el trabajo sobre el capital.
Usted señala que uno de los temas importantes en la propuesta de Piketty para revertir la desigualdad tiene que ver con el rol que juega la educación, ¿podría profundizar en esto?
Efectivamente. Sobre este punto es necesario señalar algunos temas importantes, incluso para entender la propuesta desde el Gobierno de basar la transformación social en la educación, ciencia, tecnología e innovación. En primer lugar, Piketty evidencia a lo largo de su libro que la política más eficaz para incrementar los salarios más bajos y medios y para disminuir la concentración de la riqueza en el 10% de la población (tanto en la masa salarial como en el ingreso nacional) es la inversión fuerte y masiva en la educación superior y formación profesional de calidad.
En otras palabras, el mecanismo más eficaz para reducir desigualdad es la inversión en educación y la difusión de los conocimientos y las competencias. Asimismo, queda claro que el crecimiento económico global se basa en el incremento de la productividad de la mano de obra, y que sin lugar a duda la inversión en educación es la política pública que mayor impacto tiene aumentar el crecimiento de un país, incrementar la productividad del trabajo y reducir la desigualdad económica.
Por otra parte, en una mirada esperanzadora, si bien los límites biofísicos podrían frenar el crecimiento, Piketty sostiene que la capacidad inventiva y la racionalidad del ser humano pueden generar nuevos mecanismos de producir energía renovable y permitir la sostenibilidad ambiental, razón por la cual el crecimiento inmaterial del conocimiento puede continuar todavía al menos por un par de siglos adicionales. No existen razones para pensar que el progreso tecnológico y la capacidad inventiva se detendrán en la humanidad.
¿Qué lecciones se pueden extraer del libro de Piketty para nuestra situación en América Latina?
Algo importante que evidencia Piketty tiene que ver con la historia de la acumulación de la riqueza de Europa y Estados Unidos, sobre lo que es pertinente reflexionar hoy. Existe mucho debate en la bibliografía especializada sobre las razones por las que se ha producido un rezago entre Estados Unidos y América Latina. Más allá de explicaciones culturales que suelen dar ciertos autores, Piketty muestra evidencia histórica contundente de la que se desprenden dos argumentos importantes.
El primero alude a que mientras Europa colonizó buena parte de África, Asia y Latinoamérica, Estados Unidos se enfocó en su propio territorio; es decir, el colonizador europeo tenía activos en el extranjero y los trabajadores de esos países trabajaban para el consumo del colonizador, situación que se prolongó incluso después de los procesos de independencia. Había una transferencia de riqueza, en donde Europa tenía garantizado un cierto nivel de consumo y acumulación sin trabajar. Dicha situación no sucedía en Estados Unidos. Por otra parte, Piketty muestra que durante un siglo Estados Unidos tuvo un 20% de su población esclava. Esto permitía la acumulación originaria de capital a través de la explotación laboral más brutal y sin remisiones. Esa riqueza quedaba en el propio país. En nuestra región había explotación también, pero la riqueza se transfería al viejo continente. Estos hechos son evidencia contundente de las causas que han provocado la divergencia entre Estados Unidos y nuestra región. No podremos constituirnos en países auténticamente soberanos sino nos “poseemos” a nosotros mismos y si preservamos sociedades excluyentes que basan su acumulación en formas de explotación laboral, y en prejuicios de raza, género, religión, etc.
El otro punto que, a mi modo de ver, está en disputa este momento en la región es la elección política de tener sociedades meritocráticas o rentistas.
América Latina es la región más desigual del mundo debido a sistemas educativos y de salud excluyentes, sistemas económicos patrimonialistas/rentistas y racismo. Esto configura sociedades poco meritocráticas y poco democráticas, asentadas en una lógica en donde la riqueza no se genera y se merece, sino que se hereda. Esto ha generado una plutocracia en donde las familias con abolengo y poder económico tienen amplio poder de negociación al momento de la distribución de la riqueza nacional.
En el campo de la educación superior, no es casual que los países que más han privatizado los sistemas universitarios (como Brasil, Chile) sean los países más desiguales; mientras que los países que mantuvieron sus sistemas universitarios públicos (Uruguay, Cuba, Venezuela) sean los menos desiguales (atención, que no estoy diciendo aún nada acerca de la calidad). La oferta educativa (matrícula) del primer grupo de países es mayoritariamente privada y la forma de financiamiento arancelada. Todo lo contrario sucede en el segundo grupo de países donde existen sistemas públicos, gratuitos y masivos.
Puedo señalar que en la actualidad en Ecuador hemos desmercantilizado la educación superior y así hemos recuperado el sentido público de la educación superior en un 70% de las universidades. En el otro 30% todavía la sociedad tiene el reto de democratizar el acceso. Nos referimos a que la universidad particular todavía sigue siendo un espacio de reproducción de clase social: del total de la matrícula en las universidades privadas, el 70% de estudiantes provienen de familias que pertenecen al 20% más rico.  Esto se ha mantenido prácticamente constante en los últimos ocho años.
En mi libro “Igualmente pobres y desigualmente ricos” (Quito, 2008) demostré que las fuentes de ingreso donde más se concentran los recursos monetarios son: el capital financiero, el capital físico y las utilidades de los capitalistas/patronos. No es casual que el 70-80% del ahorro esté concentrado en el 20% más rico. Podría señalar que no produciremos sociedades más cohesionadas e incluyentes y no modernizaremos nuestra sociedad, y esto no lo lograremos mientras no rompamos con la cultura rentista y hereditaria de nuestras sociedades.
¿Podría comentarnos qué ha sucedido en Ecuador en el período de gobierno de la Revolución Ciudadana en la relación entre capital/trabajo?
Es importante señalar y recordar la economía política de las estadísticas. Cuando inició nuestro gobierno habían desaparecido las estadísticas sobre la distribución primaria del ingreso. Como Secretario de Planificación y Desarrollo pedí entonces que se vuelva a recopilar tal estadística. Ahora ya se está produciendo sistemáticamente en el Banco Central. Esto no es fortuito. Esconder las estadísticas capital/trabajo significa esconder la realidad de quién manda en una sociedad.
En el caso ecuatoriano, las estadísticas del Banco Central evidencian que la participación de los trabajadores en el ingreso, entre 2007 y 2013, ha crecido en 4,6% y cayó la participación del capital 9,4%. Una mirada simplista podría decir que el crecimiento de la participación proveniente del ingreso del trabajo resulta muy bajo luego de ocho años. No obstante, si ponemos los datos en perspectiva comparativa podemos darnos cuenta de que no es así. En el último siglo en Europa, donde la participación del trabajo bordea el 70%, si tomamos el nivel más bajo de participación laboral y en el otro extremo el nivel más alto del mismo, nos damos cuenta que el máximo crecimiento que se dio en 100 años ha sido del 10%. Desde esta perspectiva los logros conseguidos en la Revolución Ciudadana son significativos.
Ahora bien, quizá algo que es importante señalar y que Piketty omite en su análisis, pues solo lo menciona marginalmente, es lo que se denomina “ingreso mixto”. Es mixto porque no puede diferenciarse la porción de ese ingreso que corresponde a la retribución al trabajo de la que corresponde a la retribución de los activos que intervienen en el proceso productivo. En Ecuador y la región existe un grupo importante de ciudadanos que son a la vez capitalistas y trabajadores; generalmente se trata de cuentapropistas, personas que trabajan en la economía social y solidaria, en negocios familiares, etc. Su proporción no es menor. Representan alrededor del 38% de la población económicamente activa, y su salario ha tenido un incremento del 49% entre 2006 y 2013. Este grupo de la población ha visto incrementar su participación en la distribución primaria del ingreso en 4,8%.
En suma, podríamos señalar que de la caída de la participación del capitalista en 9,6% entre 2006-2013 la mitad se debe al incremento de la participación de los trabajadores en relación de dependencia y la otra mitad a aquellos trabajadores “cuentapropistas”. La participación del Estado se ha mantenido constante en el período analizado.
Ahora bien, más allá de la propuesta concreta que realiza el autor de gravar impuestos sobre herencias, realizar tributación progresiva e implementar un impuesto global a la riqueza como un posible antídoto a la creciente concentración de riqueza y poder, es fundamental articular políticas sobre los sistemas de propiedad. Sostengo que no solo es necesario redistribuir después de que se genera riqueza, sino que en el mismo momento del proceso productivo es necesario distribuir. Esto únicamente es viable si se genera otro sistema de organización, de gestión de la producción, y obviamente de propiedad.
Los sistemas mixtos pueden romper la lógica del capitalismo y la relación de poder asimétrica entre capitalista y trabajador. El cooperativismo, el asociativismo, la economía social y solidaria, el emprendimiento republicano (en el cual el trabajador es dueño del capital accionario) son formas de organización que buscan romper con la lógica de dominación del capital. Esto es algo que falta profundizar en la investigación de Piketty. Siempre y cuando este tipo de economía no sea reproductora de pobreza, de pobres y para pobres, estas diferentes formas de gestión y organización productiva no solo que contribuyen a buscar una economía menos desigual sino que democratizan las relaciones productivas al romper las asimetrías de poder.
Desde mi punto de vista, es fundamental entender que un componente estructural del cambio en la matriz productiva es diversificar las forma de gestión, organización y propiedad hacia aquellas que tiendan a romper con la relación capital/trabajo. Necesitamos más “Ramadas”, más “Clementinas”.  Lamentablemente, siento que existe una visión que lleva a la inacción, de que este tipo de modos de producción son siempre ineficientes. Existen miles de experiencias a nivel mundial que demuestran lo contrario. El autor señala que el modelo Alemán ha tenido éxito por tomar en cuenta este tipo de modos productivos (modelos de propiedad social o stakeholder model) y nadie podría señalar que Alemania es un modelo de economía ineficiente; al menos podríamos señalar que es tan eficiente –desde parámetros capitalistas- que el modelo de mercado anglosajón (stockholder model). Debemos auspiciar sistemas productivos que redistribuyan creciendo, pero también que crezcan distribuyendo. Este es un reto que tenemos en el proceso de cambio en la matriz productiva y que manda nuestra Constitución.
Así como la educación produce libertad, la democratización de la propiedad y del capital permite romper la relación de dependencia/poder y lograr así mayor autonomía individual; es decir, produce mayor democracia y mayor libertad a la vez.   
¿Cuál es la relación de lo que ha señalado con la propuesta del Gobierno Nacional de construir un “ecosistema de innovación”?
La propuesta que hacemos de innovación busca fomentar nueva riqueza a través de crear nuevo valor agregado ligado al ingenio, al conocimiento del ser humano. A la vez, si logramos establecer un sistema en que la riqueza del emprendimiento sea del innovador y no únicamente del financista (como sucede en el rentismo de los usuales sistemas de propiedad intelectual) estamos rompiendo con la forma de enajenación usual que se da entre capital y trabajo. Esto no solo permite generar riqueza y puestos de empleo, sino que ataca al corazón de la injusticia social y pone por delante al trabajo sobre el capital.
En el capitalismo cognitivo el investigador, el innovador, es un asalariado, y el capitalista es el financista. Es por eso que planteamos en el nuevo “Código Orgánico de los Conocimientos” que el investigador/innovador sea prioritariamente el mismo  emprendedor o sea co-propietario del emprendimiento. Tenemos que cambiar la jerarquía de los valores de la sociedad: más importante es la idea que el capital (hay mayor valor social en el “Banco de Ideas” (repositorio de proyectos creativos), que en cualquier banco comercial corriente).  Es por esto que la regulación del sistema financiero o la banca pública de desarrollo debe jugar un rol fundamental para romper la escasez de oferta de financiamiento para la innovación de tecnología social. Recuperar el sentido público del conocimiento, democratizar el acceso a ciencia y tecnología constituye un eje fundamental; es necesario no solo incrementar productividad, sino disminuir concentración del  los ingresos y de los patrimonios, y en esto estamos de acuerdo con Piketty.   
¿Podría señalar sus críticas al libro de Piketty?
Comparto el comentario de Paul Krugman, premio Nobel de economía, de que quizá estamos frente al libro más importante de la última década. La investigación de dos siglos y el enfoque interdisciplinario no solo atacan miradas dogmáticas sino que ponen en jaque a las propias ciencias económicas. De hecho creo que es el mejor texto de economía que he leído en los últimos años, justamente porque incluye la historia económica.
La crítica fácil que -creo yo- se haría desde cierta izquierda es que el libro no plantea o no genera una alternativa al capitalismo. Me queda claro que el libro es una lectura desde un marco teórico neoclásico y desde el mismo capitalismo. No busca nunca salirse de aquel esquema. Si bien no estoy de acuerdo con tal mirada, no podemos pedir a una investigación algo que no pretende hacer.
Con esta advertencia, mencionaré cinco críticas que podría hacer a esta investigación:
La primera tiene que ver con escaso o marginal análisis que hace el autor sobre China. Sin lugar a dudas las decisiones que tome China afectarán el desenvolvimiento del capital en las próximas décadas. Solo por mencionar un aspecto principal en este sentido, Piketty señala la importancia del rol que juega el crecimiento poblacional en el crecimiento económico general. Podría pensar que la decisión tomada por el gobierno chino de permitir más de un hijo/a a aquellas parejas que vienen de familias de “únicos hijos”, en “algo” afectará a la demografía y al crecimiento mundial. No es justificación que no existe información disponible. Recordemos el libro excelente Adam Smith en Pekín  en donde Giovanni Arrighi hace un análisis extraordinario de las relaciones productivas y económicas en el capitalismo del siglo XXI y el papel que jugará China en este. El vacío de reflexión exhaustiva sobre China en el libro de Piketty creo que es una falencia grande que incluso podría distorsionar la prospectiva que se realiza en el libro. En ese marco, peca de una mirada muy occidental y eurocéntrica del capital.
En segundo lugar, es un libro que habla sobre todo de la macroeconomía y no de las relaciones sociales de producción. Esto lleva a una crítica de David Harvey, que comparto, en la cual se señala que Piketty comete el error de tratar al capital como un stock físico y no como un sistema de relaciones productivas y de poder.
También llama la atención que al tomar la decisión de analizar la composición del ingreso y la riqueza en función de percentiles o deciles (esto es, dividir la población del más pobre al más rico en 100 o 10 partes iguales ordenadas ascendentemente) se deja de lado en buena medida el análisis de clases socio-económicas. Dicha decisión impide que se analice minuciosamente la proporción de la riqueza en función de la población económicamente activa en su relación capital/trabajo. Si bien señala que la riqueza se concentra en el 1% más rico, podríamos preguntarnos: ¿qué porcentaje de ese 1% es capitalista y qué porcentaje es trabajador? Una sociedad en la que crece la acumulación de la riqueza de los capitalistas pero se mantiene el número de capitalistas es menos desigual que una sociedad con una menor población capitalista (mayor concentración de la riqueza). En el análisis de Piketty hubiera sido importante analizar la evolución de la población económicamente activa en la relación entre número de trabajadores frente al número de capitalistas. Si bien se analiza históricamente la relación capital/trabajo en dólares, no se analiza la relación entre población de capitalistas frente a población trabajadora, y la relación de esta última con la primera.
En cuarto lugar, es necesario discutir en el capital del siglo XXI (quizá no en el del siglo XX o XIX) la unidad de análisis para contemplar la concentración de la riqueza. Si Facebook ha producido igual riqueza que el PIB del Perú, lo más seguro es que no necesariamente la unidad de análisis para medir la concentración de la riqueza deben ser los países. Es un tema debatible pero las transnacionales a nivel mundial adquieren mucha más importancia que muchos Estados-nación en el siglo XXI.
Finalmente, podríamos señalar que si bien Piketty hace una crítica sustancial a la economía política de las estadísticas de construcción del PIB y menciona paradojas de la economía ortodoxa como el hecho de que si un país privatiza la educación y la salud incrementa el PIB (o que no se contabiliza ninguna remuneración sobre el capital público), no trata un tema fundamental que todo economista del siglo XXI debería al menos dejar planteado cuando aborda el tema de la riqueza: la contabilidad del patrimonio ambiental (aunque sea desde la misma mirada capitalista). Seguro no existen datos para contabilizarlo en el período que analiza Piketty. No obstante, no mencionar este tema es una ausencia teórico-conceptual a mi modo de ver bastante importante dado el objeto de su tratamiento.
No nos referimos aquí a su planteamiento de poner un impuesto a la emisión de CO2 sino de incorporar en el análisis del capital al patrimonio natural. ¿En qué medida la acumulación de la riqueza y su concentración se sustenta en la dilapidación de la riqueza natural existente en el mundo? Un análisis del capital en el siglo XXI no puede dejar de lado el análisis del patrimonio natural y su relación con los modos de producción y acumulación de riqueza dentro de una economía (nacional o mundial).
Si bien la entrada metodológica de Piketty es interdisciplinaria lo cual rompe las tradicionales formas monolíticas de hacer investigación, su marco conceptual no deja de ser ortodoxo y neoclásico. El tema del patrimonio medio ambiental adquiere importancia a nivel mundial en el análisis de la división internacional del trabajo. ¿Cuánto cambiaría la distribución mundial de la riqueza si se le da valor al patrimonio ambiental de cada país? ¿Qué sucedería en la distribución de la riqueza a nivel mundial si se contemplase el pago a la deuda ecológica?
En este marco, así como debemos empujar más investigación y uso de energías renovables es necesario fomentar la reducción del consumo de hidrocarburo. A propósito del COP21 que se realizará este año en París (Conferencia sobre el cambio climático), la mejor estrategia de poner límites biofísicos al capital es concretar la propuesta ecuatoriana de compensación sobre Emisiones Netas Evitadas (ENES). A más de que dicha política permite caminar en un mundo más sostenible ambientalmente, creería yo que sería un cambio estructural en la distribución de la riqueza mundial a favor de los países del sur.
El tema ambiental debe ser trabajado a la par de la recuperación del sentido público del bien conocimiento. No es casual que a nivel mundial, el bien común “conocimiento” se privatice a través del manejo de la propiedad intelectual híper-patentizada en los ADPIC, en los TLC y los TBI; y que el patrimonio ambiental siga siendo contemplado como un bien público/común mundial de libre acceso. No solo debemos concretar la nueva arquitectura financiera regional sino también la nueva arquitectura cognitiva del sur que dispute la normativa de OMC referente a los derechos de propiedad hiper-patentizados. Esto solo será posible si se concreta la integración en UNASUR/CELAC y caminamos de la mano en el tratamiento del conocimiento como un bien público y común de la humanidad. No sólo se necesitamos una democratización del conocimiento al interior de los países sino entre países.   
Problematizar los temas ecológicos en el análisis del capital del siglo XXI es también considerar una mirada desde el Sur global. Siento que las 667 páginas del libro que estamos comentando tienen una perspectiva centro-periferia: observado desde el centro hacia los “márgenes” del mundo. Claramente se evidencia que las ausencias analíticas de la academia también evidencian relaciones de poder.
1 “¿Queremos vivir juntos? Entre la equidad y la igualdad”, publicado en Ecuador Debate No. 70. Disponible en http://repositorio.flacsoandes.edu.ec/bitstream/10469/3891/1/RFLACSO-ED70-06-Minteguiaga.pdf
2 Publicado en Alfredo Serrano, coord. ¡A (re)distribuir! Ecuador para todos. Disponible enhttp://www.planificacion.gob.ec/wp-content/uploads/downloads/2012/08/%C2%A1A-Redistribuir-Ecuador-para-Todos.pdf.
3 En referencia al Hotel Ramada y a la Hacienda La Clementina: el hotel fue incautado por el Estado ecuatoriano a los hermanos Isaías en el caso del feriado bancario, y en el año 2012 su administración fue traspasada a una compañía integrada por sus trabajadores; por otra parte, la hacienda bananera fue embargada a Álvaro Noboa por evasión de impuestos, y en 2013 fue adquirida por una cooperativa formada por sus trabajadores, con un crédito de la CFN.
  4 Para mayor información sobre el Banco de Ideas visitar http://senescyt.boostlatam.com/.
TOMADO DE EL TELEGRAFO DE ECUADOR 

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