domingo, 17 de diciembre de 2017

TESOROS ARQUEOLÓGICOS DE LA HABANA VIEJA

La Habana Vieja, catedral de tesoros arqueológicos
Justo en los días en que la antigua Villa de San Cristóbal de La Habana cumplía su aniversario 498, el Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana llegaba a sus 30 años de creado, bajo la guía del Doctor Eusebio Leal Spengler
Autor: Orfilio Peláez
Los descubrimientos arqueológicos en La Habana Vieja enriquecen el patrimonio histórico-cultural de la ciudad que cumplirá en 2019 sus 500 años. Foto: Alberto Borrego
Justo en los días en que la antigua Villa de San Cristóbal de La Habana cumplía su aniversario 498, el Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana llegaba a sus 30 años de creado, bajo la guía del Doctor Eusebio Leal Spengler.
Desde sus tiempos iniciales, la entidad dedicó buena parte de las investigaciones proyectadas a la búsqueda de aquellos elementos que propiciaran conocer cómo se asentó y creció la capital, en qué lugar fueron establecidos los primeros grupos poblacionales, cuáles eran sus hábitos dietéticos y las costumbres prevalecientes, a fin de obtener un retrato lo más fiel posible de la vida habanera durante la etapa colonial.
Lo anterior condujo entre otras labores, a la realización de excavaciones arqueológicas en lugares añejos de la urbe, dirigidas a obtener información, avanzar en el conocimiento e intentar comprender el quehacer de las sociedades precedentes.
En opinión del reconocido arqueólogo Róger Arrazcaeta Delgado, quien ha dirigido el Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana a lo largo de casi cinco lustros, más allá de sus atractivos turísticos, La Habana Vieja es una verdadera catedral de tesoros arqueológicos, donde aún queda mucho por escudriñar y descubrir.
Precisó que los trabajos acometidos allí a lo largo de tres décadas aportaron abundantes y nuevos conocimientos, referidos –por ejemplo– a las técnicas constructivas y materiales empleados en la edificación de casas en el transcurso de la etapa colonial, tipos de decoraciones murales y pinturas, especies de madera utilizadas en las viviendas, variedad de alimentos, vajillas, e incluso, hasta la procedencia y comercio de los artículos de consumo, particularmente los de cerámica y vidrio.
Aseveró que también pudieron rescatar miles de objetos empleados por las familias habaneras entre los siglos XVI y XIX, lo cual además de facilitar una reconstrucción histórica más cercana al pasado de la ciudad, ha influido en el enriquecimiento del legado cultural cubano.
REVELACIONES NOTABLES
Según plantea Arrazcaeta Delgado, uno de los hallazgos más notables hechos por los especialistas y técnicos del Gabinete de Arqueología tuvo lugar hace algunos años en el inmueble sito en la calle Mercaderes esquina a Lamparilla (allí radicó la antigua Ferretería de Isasi), cuando en medio de las faenas de restauración de la vivienda en el 2005, apareció un hueco con basura del siglo XVI.
Como señala el especialista, al principio hubo duda acerca del uso primario que pudo tener, pues podría tratarse de un hoyo abierto para verter basura doméstica o una cantera de extracción de roca caliza y tierra, rellenada luego con desechos de la actividad humana. «Luego de analizar la estratigrafía del terreno y el contenido de las cosas descubiertas, llegamos a la conclusión de que se correspondía con la segunda hipótesis planteada y al poco tiempo empezamos las excavaciones», subrayó.
Dada la variedad y el estado de conservación de la mayoría de los objetos hallados, el lugar devino en el sitio arqueológico más importante del siglo XVI conocido hasta el momento en La Habana Vieja.
El listado contempló huesos pertenecientes a varias especies de palomas, patos, flamencos, grullas, gallinas, corderos, cerdos, vacas, además de esqueletos de peces, mejillones, ostras y carapachos de tortugas, dando fe de los alimentos consumidos por los pobladores de la casa y probablemente también de las áreas vecinas.
Una de las novedades más ilustrativas consistió en el primer reporte para toda el área del Caribe de restos del pato doméstico, así como la elevada talla del ganado vacuno introducido desde España, y la localización de un cuerno casi completo de un ejemplar de venado macho adulto, que constituyó la evidencia más temprana de la presencia de dicho animal en nuestra región, acotó Arrazcaeta.
No menos interesante resultó la aparición de dados de hueso para juegos, botones, monedas españolas de los reinados de Carlos II y Juana, y de Felipe II, amuletos contra el «mal de ojos»  botijas, porcelana de la Dinastía Ming, y más de 30 tipos de cerámica, procedentes del periodo comprendido de 1519 a 1600.
Igualmente extrajeron un amplio número de las llamadas cerámicas de Tradición Aborigen, empleadas con fines culinarios y hechas por aborígenes asentados en las inmediaciones del poblado de Guanabacoa y en la propia Habana Vieja. Ello muestra que durante el siglo XVI nuestros «indios» convivieron con los demás habitantes citadinos.
Entre los trabajos que se acometen actualmente por el Gabinete de Arqueología, en colaboración con otras instituciones, figuran las excavaciones emprendidas en tramos de la denominada Muralla de Mar, a un costado del Castillo de la Fuerza frente a la Avenida del Puerto, construida por la metrópoli española como parte del sistema defensivo de la urbe.
Sobre esa faena que retoma las labores de rescate de tan importante obra, iniciadas originalmente por el Doctor Eusebio Leal en 1984, Arrazcaeta informó que fueron halladas algunas cimentaciones de una antigua pescadería edificada en 1835 y otras estructuras constructivas pertenecientes a la batería de cañones San Francisco Javier.
Los descubrimientos más significativos, comentó, se hicieron en un basurero del siglo XVIII colindante a los restos de la referida Muralla, conformado por tierra muy oscura y rica en carbón de leña, cenizas de cocina, virutas y pedazos de madera de carpintería y materia orgánica, localizado a unos dos metros de profundidad en estado semianaeróbico.
«Tal condición favoreció la conservación de restos muy perecederos, entre ellos piezas de madera torneada de muebles, un carretel de hilo, suelas de zapato de cuero y semillas de guanábana, coco, calabaza, níspero y mamey de Santo Domingo».

Recuperaron de igual forma fragmentos de vajillas de mayólicas mexicanas de Puebla, cáscaras de huevos, pipas de caolín inglesas para fumar tabaco, nuevas vasijas de cerámica de Tradición Aborigen, mayólicas europeas y algunos tiestos de porcelana china. Dichas piezas ratifican el notable comercio existente en la ciudad en aquella época y el relevante patrimonio arqueológico que aún espera por ser develado bajo el suelo de La Habana Vieja.    TOMADO DE LA GRANMA DE CUBA 

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